DICYT: Una década de información científica

El 18 de diciembre de 2004 se puso en marcha la Agencia para la Difusión de la Ciencia y la Tecnología DiCYT. Enmarcada en la Estrategia Regional de I+D +i, el proyecto nació con el único propósito de asegurar la visibilidad de los avances científicos desarrollados en la Comunidad. Una década más tarde, con más de 32.000 informaciones publicadas, y unos 180 convenios con instituciones científicas de 12 países, la Agencia se ha convertido en todo un referente iberoamericano en el ámbito de la difusión del conocimiento científico y tecnológico.

En el año 2003 el grupo de investigación que actualmente constituye el Instituto de Estudios de Ciencia y Tecnología (eCyT) de la Universidad de Salamanca realizó un análisis de la prensa local y regional editada en Castilla y León con el propósito de analizar el tipo de información científica que llegaba a los ciudadanos a través de los medios. Los resultados no pudieron ser más reveladores: “la escasa información científica que pudimos localizar procedía de agencias nacionales e internacionales y nunca hablaba de la ciencia que se hacía en nuestra región”, comenta Miguel Ángel Quintanilla, director del eCyT e impulsor de la Agencia.

Faltaban especialistas y un flujo de información entre las instituciones científicas y los medios de comunicación. Para llenar ese hueco, se presentó ante la Junta de Castilla y León la idea de crear una agencia de noticias que hiciera de intermediaria entre los laboratorios y la sociedad. La ciencia producida en la comunidad, “que tiene valor universal”, también merecía su lugar en las páginas de los periódicos.

A lo largo de esta década “la situación de la cultura científica ha cambiado muchísimo en general”, afirma Quintanilla, “y sabemos que algunos de estos cambios en particular son debidos a la Agencia DiCYT ; eso es muy importante”.

A fecha de hoy en los medios de todo el mundo hay “más noticias de ciencia, sobre la ciencia y con contenido científico”, pero “nosotros hemos contado con un instrumento que se ha anticipado a su época”. Los estudios sobre el impacto que la DICYT ha tenido en su entorno permiten comprobar su influencia en la generación de un mayor interés por este ámbito, en la creación de secciones de ciencia o suplementos científicos en los medios locales y regionales, etc.

Contar con los ciudadanos

En cualquier caso, en las últimas décadas ha cambiado el papel que se le atribuye al periodismo científico. “No basta con que los ciudadanos tengan más información para que tengan más interés”, advierte el director del Instituto eCyT, lo importante es que “no se pueden tomar decisiones en el sistema de ciencia y tecnología sin contar con los ciudadanos y no se puede contar con los ciudadanos si no están bien informados”.

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Por otra parte, a las propias instituciones científicas les interesa tener buena imagen e informar al público se ha convertido en parte de la política científica incluso por ley. Los científicos tienen la obligación de preocuparse de que los conocimientos que generan lleguen a la sociedad que les financia y las actividades de divulgación científica han pasado a ser parte de su actividad profesional. Por eso, España ha vivido una eclosión de iniciativas en los últimos años.

“El periodismo científico y la cultura científica son ya parte intrínseca de la gestión de la ciencia actual, con repercusiones para el propio desarrollo de la investigación”, afirma Quintanilla.

Un servicio para Iberoamérica

La misma carencia de información científica que había en Castilla y León también existía en el conjunto de España, así que en 2007 se puso en marcha la agencia nacional SINC, “directamente inspirada en DiCYT”. La situación en América Latina no era muy diferente. “En toda Iberoamérica existe la percepción de que a nosotros no nos va la ciencia”, señala Quintanilla, “pero eso es una estupidez, somos países muy bien dotados para la ciencia; lo que no se ha hecho es un esfuerzo acorde a las necesidades existentes para apoyar la investigación”. Esta circunstancia también está cambiando, sobre todo en aquellos países iberoamericanos que han experimentado un mayor crecimiento económico, pero todavía existe el riesgo de que el sistema científico crezca aislado y el resto de la sociedad lo considere algo ajeno. Esto es lo que “hay que combatir con políticas de difusión de la cultura científica”.

A pesar de que hay muchas iniciativas de cooperación internacional entre ambos lados del Atlántico, “no había ningún instrumento para la difusión de la cultura científica y DiCYT se ha convertido en esa herramienta al servicio de la comunidad de países iberoamericanos”. Así, en 2009 el proyecto se convirtió en la Agencia Iberoamericana para la Difusión de la Ciencia y la Tecnología y en la actualidad, el 60% de las informaciones que publica la agencia proceden de Latinoamérica. Cerca de 180 convenios firmados con universidades y centros de investigación de casi todos los países de la región facilitan esta tarea y la implicación de los partners ha contribuido a fortalecer una Red centrada en la promoción y difusión de la cultura científica en el marco del Espacio Iberoamericano del Conocimiento.

Miles de impactos

A día de hoy, la Agencia DiCYT ha publicado en total más de 32.000 informaciones que llegan directamente a cerca de 18.000 usuarios y más de 200 medios de comunicación registrados, pero que cualquier internauta puede ver en abierto a través del portal www.dicyt.com.

La difusión se multiplica en Europa gracias a la plataforma de información científica europea Alpha Galileo, en Estados Unidos a través de Eurekalert, en México con la Agencia ID y en Brasil mediante el apoyo de Fapesp.

La Fundación 3CIN

El compromiso con la cultura científica ha motivado que proyecto haya crecido y evolucionado más allá del mundo de la información. Para ello se creó la Fundación Centro de Estudios para la Ciencia, la Cultura Científica y la Innovación, 3CIN, que canaliza los objetivos iniciales de DiCYT. Además de suministrar noticias de ciencia, otros proyectos buscan aumentar el conocimiento social y potenciar la transferencia de tecnología desde el mundo de la investigación al sector productivo.

Ana Victoria Pérez

La Feria Iberoamericana de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación, Empírika, que se ha celebrado en Salamanca (2010) y en la ciudad brasileña de São Paulo (2012), con más de 30.000 visitantes en cada una de las ediciones, ha servido para acercar a los ciudadanos el trabajo de universidades, centros de investigación, empresas innovadoras, museos científicos y otras entidades de España, Portugal y Latinoamérica.

“Los ciudadanos deben implicarse en la ciencia que se hace en su propio país”, asegura Quintanilla, porque de hecho están implicados en su financiación. Por eso, otra de las iniciativas destacadas es la Agenda Ciudadana de Ciencia e Innovación para Iberoamérica, que propone que los ciudadanos elijan los proyectos científicos que consideran prioritarios. Recogiendo una experiencia europea que en 2010 contó con más de 100.000 votos, en 2013 se trasladó a México, con la participación de más de 360.000 ciudadanos.

Las publicaciones dirigidas a públicos específicos relacionados con la ciencia y la tecnología es otra de las líneas de trabajo de la Fundación 3CIN y DiCYT. Entre 2006 y 2012 la publicación mensual Tribuna de la Ciencia, llegó puntual a 18.000 investigadores, y libros como Misión Posible y Proto_Innovadores han mostrado ejemplos de innovación empresarial en Castilla y León basada en I+D. Otros proyectos audiovisuales han incidido en esta misma línea, como la serie ‘Mira y Emprende’.

Enseñanza e investigación

Respaldar la educación científica es otro aspecto fundamental, que se ha llevado a cabo a través de la producción audiovisual Ciencionetas; el proyecto Las Maletas del Conocimiento, que distribuyó materiales para la enseñanza de las ciencias por centros educativos; la organización de los Campus Científicos de Verano, iniciativa de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) o la colaboración en el Máster en Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología de la Universidad de Salamanca y diversos cursos y jornadas.

A ello hay que sumar las contribuciones a la investigación en el campo de los Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología, por ejemplo, estudiando el impacto de la información científica en los medios de comunicación o ayudando a construir indicadores para medir la evolución de la cultura científica.